domingo, 29 de abril de 2018

CARACTERISTICAS DE LA NOVELA DE LA TIERRA



LA NOVELA DE LA TIERRA O REGIONALISTA.


Durante la primera mitad del siglo XX, el rasgo unificador de la narrativa hipanoamericana es su carácter realista.
dos son las notas especificas de la novela de este periodo que ha recibido el nombre de novela regionalista:

a) la importacian de la naturaleza: la selva amazonica ( la vorágine, de josé eustasio rivera), la llanura nenezolanana ( doña bárbara, de Rómulo Gallegos) o la pampa argentina ( don segundo sombra, de Ricardo Güiraldes. se trata, en todos los casos de una naturaleza imponente, desaforada, a la que están sometidaslas vidas de los hombres.

b) la voluntad de reflejar conflictos políticos y sociales: la revolución mexicana( los de abjo, de Mariano azuela) o la marginación de la población indigena( raza de bornce, de alcides arguedas; el mundo es ancho y ajeno; de Ciro Alegria; o Huasipungo; de Jorge Icaza).

CARACTERISTICAS DE LA NOVELA DE LA TIERRA
En la novela de la tierra el ámbito rural se convierte en protagonista de la narración y se presenta como un ente vivo. En opinión del crítico literario norteamericano Brushwood, (2005) en las novelas que aparece el mundo rural, la protesta social se manifiesta en menor medida. Por ello, prefiere hablar de novela rural. La función principal que desempeña esta novela es la de alumbrar la relación existente entre ese hombre europeo que ahora se encuentra en tierras americanas y el lugar en el que la suerte lo ha depositado. Este procedimiento posee dos aspectos principales: por un lado, hallamos el aspecto bucólico, que se manifiesta en la oposición campo/ciudad, la imagen de la salud, la mejora moral a través del trabajo severo y la picaresca de algunas prácticas rurales; por otro lado, tenemos el aspecto heroico, que se observa en la idea de que el hombre ha de combatir con la naturaleza y conquistarla. Esta naturaleza asombrará al hombre y también lo asustará, pues no estará seguro de poder alcanzar la victoria en esa lucha.


El venezolano Rómulo Gallegos es otro de los escritorios representativos de este tipo de novela. Es un autor comprometido políticamente, que llegó a ser presidente de su país y exiliado por causas políticas. Su gran obra es la titulada Doña Bárbara, del año 1929. En ella los personajes que pasean por sus páginas encarnan la pugna entre civilización y barbarie y la naturaleza no es el lugar en el que se producen los hechos sino una protagonista más de la narración. En la primera parte de la novela podemos leer una larga introducción donde podemos conocer a los protagonistas: Doña Bárbara, que representa la fuerza de la naturaleza y a Santos Luzardo, reflejo de la civilización. En la segunda parte, el protagonista masculino se afana en defender la propiedad desde la ley y la mujer se muestra como una devoradora de hombres que fija su atención en el propio Luzardo. Ya, en la última parte, Luzardo decide luchar por medio de la fuerza y Doña Bárbara se esfuma.






LA NOVELA REGIONAL O NOVELA DE LA TIERRA

LA NOVELA REGIONAL  O NOVELA DE LA TIERRA
ANA  LUISA MORÁN


LA NOVELA REGIONALISTA O DE LA TIERRA (1920-1930)
«Los mayores éxitos de la novela hispanoamericana se dan en las corrientes regionalista y neorrealista. En las primeras décadas del siglo xx los narradores sintieron atracción, más que por la ciudad, por la singularidad y la belleza subyugante, a menudo trágica, de la naturaleza americana.
En los novelistas románticos y en los gauchescos ya se había manifestado esta atracción. La novela realista y la naturalista prestaron atención, además de al hombre, al entorno y la naturaleza que constituían su ámbito vital. En la novela hispanoamericana «de la tierra» puede parecer que el hombre no interesa en cuanto tal, sino en cuanto vive en un mundo natural que acaba por convertirse en protagonista verdadero. La fascinación de la tierra americana no era nada nuevo: los propios cronistas de la conquista habían quedado subyugados por el paisaje, y el hechizo se repite en los novelistas del siglo xx. Al contacto con los elementos, el escritor parece encontrar su veta más auténtica, una fuente inagotable de inspiración que le da la posibilidad de crear una novela con características inconfundibles.
La naturaleza –pampa, selva virgen, río misterioso o caudaloso, desierto interminable lleno de sugestión o reino de desolación– atrae profundamente al escritor y le induce a manifestar sus propias emociones en obras que construyen la epopeya del continente americano. De este modo surge una literatura nueva que es para algunos críticos la única voz realmente original de América, expresión genuina de un mundo que logra, mediante la complejidad de sus elementos, atraer la atención de un numeroso público lector.» [Giuseppe Bellini]
El tema fundamental de la novelística de los años 1920 a 1930 es la Civilización contra la Barbarie, la visión de la naturaleza como fuerza enemiga, pero fascinante, lo telúrico (la influencia del suelo de una comarca sobre sus habitantes). La tierra se convierte en la protagonista principal y refleja en sí misma una humanidad dominada por pasiones primitivas y, no obstante, rica también en valores espirituales, que merece la pena explorar.
El novelista se siente profeta de tiempos nuevos y libertador del atraso cultural. El protagonista de esta novela de la selva, novela de la tierra, es siempre la naturaleza exuberante.
La técnica es, en parte, la del realismo del siglo XIX, pero con gran influencia del modernismo en cuanto al estilo. Modelo ejemplar de esta corriente novelística es el colombiano José Eustaquio Rivera, autor de La Vorágine (1924), la única novela que escribió este colombiano, prototipo de "novela de la selva" y una de las cumbres de la novela criolla y epopeya de la naturaleza tropical.
En sus comienzos la narrativa del siglo xx no hace más que continuar las tendencias del siglo anterior. Varios escritores dan a la luz, a comienzos del xx, algunas de sus obras más importantes. Tendencias como la «novela gauchesca» tienen su prolongación en el siglo xx y parecen encontrar de pronto nueva fuerza en el ámbito del Modernismo.
JOSÉ EUSTASIO RIVERA
José Eustasio Rivera (Colombia, 1888-1928), escritor y político, trabajó como abogado y participó en la fijación de los límites entre Venezuela y Colombia. Esas actividades le permitieron conocer Los Llanos de su país y también la selva tropical, experiencias decisivas para su breve e intensa obra literaria, que se divide en dos vertientes, la poesía y la novela. Su vida aventurera e infeliz transcurrió en buena medida en contacto con la selva virgen.
Desde muy pronto empezó a ser conocido por sus poemas y sonetos. De 1906 a 1909 son “Gloria”, “Triste”, o “Diva, la virgen muerta”. En 1917 se graduó en Derecho y Ciencias Políticas.
OBRAS
Gloria,
Triste,
Diva, la virgen muerta, poemas y sonetos escritos entre 1906 y 1909.
Tierra de promisión (1921), colección de más de trescientos sonetos, estructurada en tres partes, dedicadas a la selva, las cumbres y los llanos respectivamente, y en la que es evidente una herencia modernista. De su poesía el propio Rivera escribió: “Quizá mi fuente de poesía estaba en el secreto de los bosques intactos, en la caricia de las auras, en el idioma desconocido de las cosas”.
La vorágine (1924) es su obra más representativa y a la que debe su fama.
ARGUMENTO DE LA VORÁGINE
Arturo Cova, su protagonista y narrador, huye con su amante a Los Llanos y luego a la selva, peripecia que permite la descripción y la crítica de las condiciones de vida de quienes habitan en esos espacios. El protagonista pierde a su amante, la persigue a través de la selva amazónica, la vuelve a encontrar, pero al final se pierden los dos y no que “ni rastro de ellos, los devoró la selva”. La selva se convierte en verdadero protagonista: concreción de fuerzas cósmicas o infernales que acosan al hombre hasta devorarlo.
Contra la tradición literaria romántica de idilios bucólicos con la naturaleza, aquí es la naturaleza terrible, devoradora, implacable, como Gran Madre que devora a sus hijos. Es también misteriosa y seductora: “La selva asusta, y oprime, la espesura marea, al intentar huir nos extraviamos. Así muchos caucheros no volvieron a salir nunca”.
La selva es animal, monstruo vivo. A ella se aplcian fuertes metáforas de tipo sexual: es símbolo de potencia aniquiladora, como las tambochas, hormigas carnívoras que arrasan cuanto toca. Pero también los árboles: “Te miran, murmuran algo terrorífico, se hacen señas, no hables, porque las ramas remedan tu voz”. En este ambien asfixiante se desarrolla la lucha del hombre contra la naturaleza para dominarla y extender el ámbito de la civilización.
Pero Rivera parece ser pesimista: “La ferocidad humana multiplica la crueldad de la naturaleza. Insiste en el fatalismo natural: “Ah, selva, esposa del silencio, madre de la soledad. ¿Qué hado maligno me dejó prisionero en tu cárcel verde? El destino implacable me lanzó a las pampas, par que ambulara vagabundo, como los vientos y me extingiera como ellos, sin dejar ruido y desolación”.
Al lado de este fatalismo, hay muchos puntos de crítica social en toda la novela: la situación de los caucheros. Sobresale la denuncia del trato al que se veían sometidos los trabajadores de las caucherías. La voracidad de la naturaleza es incontenible y el hombre sucumbe bajo la milagrosa y siniestra fuerza que ella engendra. Pero no es la naturaleza en sí el fatídico origen de la barbarie, es solo la escenografía hostil, como lo será, en la civilización industrial, lo que Bertolt Brecht llamó “la jungla de las ciudades”.
La violencia del héroe en esta novela viene del código latente: la supervivencia es superios a cualquier sentimiento. Ningún sentimiento es posible si no está vinculado a este de la supervivencia. Arturo Cova, el héroe: “Antes de que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la violencia”. En el fondo, Cova es un héroe romántico (en 1924, la lucha entre el estilo romántico y el modernista no se había definido aún en Colombia).
La violencia le arrebata todo. Hasta el final de la novela, cuando Alicia parece perdida en la “vorágine”, seguirán sonando irreales y arbitrarias las especulaciones de Cova referentes al amor de Alicia. Esta novela presenta la experiencia de la selva, ante la obstinación de un amor, precario en su realidad e imaginario y delirante en su expresión.
Esta narración amorosa describe las tres etapas del amor romántico: Fuga > separación > reencuentro imposible. “No obstante es el hombre civilizado el paladín de la destrucción”: En la selva se han refugiado los marginados sociales, los desechos de la sociedad, los hombres que habitan la selva son los demonios desatados en un infierno mucho más atroz que la naturaleza misma. El crimen pierde su carácter de monstruosidad social, es un instrumento de dominación. El menor asomo de bondad o el más leve intento de redención resultan extravagancias, insensateces sin eco posible. La violencia desencadena un mundo alucinante en el que la naturaleza se hace activa y entra en complicidad con el terror humano.
El raptor Cova empezará a ser el raptado, el burlado por mecanismos sociales que le son extaños. Será víctima, como la servidumbre de las caucherías, de un mecanismo de violencia que lo arrastra hasta que él mismo tiene que ejercer la violencia para sobrevivir. Su refinamiento cultural queda destruido al contacton con la selva y sus habitantes en las caucherías. En un ambiente de enriquecimiento y violencia, la soledad solo tiene salida en irrisorias copulaciones y borracheras. Todo contacto con la civilización queda obstruido en el contacto con la selva, sus ríos profundos y sus fieras (humanas y naturales).
El tema de la situación social de los caucheros y la violencia se complementa con el tema de la soledad del protagonista, su misantropía, desvaríos y vagos sueños (“¿Para qué nos dieron alas en el vacío?”). En este paisaje tropical reina la violencia, la aventura y la pasión desmesurada.
El estilo es a veces de un gran retoricismo grandilocuente por influencia del modernismo (superabundancia de adjetivos): “Las aguas desconocidas de un río recóndito, salvaje, terrible”. Los méricos de esta novela no residen ni en el estilo ni en la trama pueril a veces, sino en la visión épica, en la poesía grandiosa de la naturaleza con la que ha tenido que enfrentarse el hombre americano.
Palpita la presencia de la selva, inmenso infierno verde donde sufre y languidece una humanidad ignorada por el mundo, que deriva fatalmente hacia el crimen y la muerte. Rivera escribe en una especie de delirio romántico: la selva asume un aspecto alucinante, de criatura enferma, en la frontera indefinible de una locura que se contagia a los seres que viven en contacto con ella. Domina la desesperación; todos los protagonistas están espiritual y físicamente enfermos, les asalta una esquizofrenia atormentada e inquietante, la misma que parece dominar la selva. La novela deja en el lector una impresión de profunda angustia. El inmenso mundo verde se convierte en infierno real, poblado únicamente por criaturas decadentes.
Caracteres parecidos se dan en otro representante de esta corriente de narrativa telúrica, el genezolano Rómulo Gallegos, un novelista que ha contribuido a la fama universal de la literatura americana. Así como Rubén Darío fue el primero en hacer universal la poesía americana, Gallegos hizo lo mismo con la novela.
RÓMULO GALLEGOS FREIRE
Rómulo Gallegos Freire (Venezuela, 1884-1969), novelista y político, presidente de la República (1948). De familia humilde, se hizo maestro y ejerció como profesor entre 1912 y 1930. Durante ese periodo, publicó numerosas novelas centradas en la vida de su país. Doña Bárbara (1929), su obra más conocida, describe la infructuosa lucha contra las fuerzas de la tiranía en Venezuela. Las críticas en este novela contra el dictador Juan Vicente Gómez llevaron al autor al exilio en 1931. Tras su regreso, fue nombrado ministro de Educación, pero sus esfuerzos para llevar a cabo una profunda reforma escolar fracasaron, y se le obligó a dimitir.
En 1945 participó en el golpe militar que llevó al poder a Rómulo Betancourt como presidente provisional del país, y él mismo fue elegido presidente de Venezuela, cargo que desempeñó durante menos de un año (febrero-noviembre de 1948), ya que no pudo equilibrar las fuerzas políticas contrarias, y se exilió ese mismo año marchándose a vivir a Cuba y luego a México. Regresó a su país en 1958, donde permaneció hasta su muerte.
Rómulo Gallegos ha interpretado como nadie el complejo espíritu de su país en una serie de novelas que han consolidado su fama de narrador. Su obra literaria está muy ligada a su compromiso político: regeneración nacional. Sus novelas, dentro de la corriente regionalista, se inspiran en la tierra americana y tratan de resolver el conflicto que una naturaleza exuberante y salvaje y la necesidad de hacer de ella una civilización moderna. Pero su estilo no se ciñe al realismo costumbrista del romanticismo tardío, sino que toma toda la riqueza lingüística del modernismo para convertir a su país en una realidad multiforme que traspasa los límites nacionales para hacerse universal.
OBRAS
Reinaldo Solar (1921), su primera novela, plantea las dificultades del protagonista por armonizar su vida pública y privada. Es una obra significativa aunque no totalmente lograda; revela numerosas influencias, sobre todo de la lectura de Pío Baroja en lo que se refiere a la temática de la abulia y el activismo, con una postura entre Schopenhauer y Nietzsche. El protagonista, Reinaldo, es esencialmente un abúlico con aspiraciones a superhombre, esquizofrénico e inconsistente. La atmósfera del libro es gris, turbia, y revela cierta inmadurez artística.
Los inmigrantes (1922) y
La rebelión (1922), dos novelas cortas que marcan un notable progreso que anticipa claramente las que serán sus mejores obras.
La trepadora (1925) se centra en el tema de la conquista del poder. Muestra una neta desvinculacíón de las influencias; y, si bien no da todavía la medida de las posibilidades del escritor, señala una profunda percepción de la realidad nacional en la captación de las sugestiones naturales del país y en la dimensión dramática que alcanzan los conflictos espirituales.
Doña Bárbara (1929) es su primera gran obra, considerada en su momento como la mejor novela sudamericana. Cuenta el conflicto entre Doña Bárbara, que significa el aspecto salvaje de la naturaleza, y Santos Luzardo, que es la ley, el orden, el futuro, la modernidad. La síntesis surgirá con Marisela, la hija de doña Bárbara que educa Santos Luzardo.
Cantaclaro (1934). Parece como si en esta novela, que carece de trama propiamente dicha, el autor hubiese querido dar rienda suelta a su lirismo, preocupado solamente por interpretar la dimensión interior de su patria. Es la poesía errante, vive de la fascinación del relato, de las supersticiones de los habitantes del llano. Gallegos se deja llevar por acentos íntimos, recogidos, pero sin olvidarse de las miserias y angustias de su pueblo que, al contrario, aparecen cada vez con más insistencia, al tiempo que se ponen de relieve las convicciones políticas y sociales del escritor.
Canaima (1935) alcanza mayor perfección estructural, es más sutilmente poética en cuanto a la compenetración del autor con la naturaleza, con la selva virgen en este caso, obsesionante extensión arbolada que satura las páginas del libro. Al aire libre, al paisaje sin confines del llano venezolano propio de Doña Bárbara, sucede el paisaje denso, desmesurado, rebosante de humores de la selva, encarnación de «Canaima», espíritu del mal, en continua lucha con «Cajuni», espíritu del bien. La selva encarna el espíritu violento, trágicamente destructivo, de los nativos, seres elementales y primitivos, marginados en un mundo que los representa de manera imperfecta. Ríos de aguas fangosas, leonadas, turbias, rojizas, otros de aguas azuladas, depurados por miles de cascadas, convergen en las aguas anónimas del Orinoco que representa, con evidente significado simbólico, la confluencia de las pasiones y los delitos humanos en el único río de la vida. Esta novela también pone el acento en lo social: acusación contra los abusos a que se somete al pueblo venezolano, único representante legítimo de la patria.
Pobre negro (1937), novela en la que se debate el problema racial, en una valiente superación de los prejuicios. La novela es además sumamente importante por otro de los problemas que en ella se tratan: el de la revuelta armada. El mismo tema había sido tratado ya con tonos de tragedia en Cantaclaro; sinpero Pobre negro es la obra que más abiertamente se ocupa del drama de la guerra civil. Gallegos parece ver en el horror de la destrucción la señal del despertar de un pueblo que busca su camino a tientas. La rebelión, que se enfrenta a un estado que no representa a la nación sino solamente a los intereses de la oligarquía, le parece a Gallegos legítima pese a sus dolorosas consecuencias de destrucción material y moral. La revuelta popular ocupa toda la parte final de la novela.
La rebelión (1946), libro de cuentos.
Gallegos sigue una técnica tradicional, con diálogos directos, estructura lineal, capítulos iniciados por epígrafes y demás convenciones de la novela realista. En su prosa está patente la influencia del modernismo.
ARGUMENTO DE DOÑA BÁRBARA
Es una novela de ambiente bárbaro y salvaje, cercano a la épica. En esta novela, la naturaleza sigue siendo la protagonista. Es la novela de Los Llanos venezolanos: extensa región de las sabanas tropicales de Venezuela, Colombia y otros países sudamericanos. Son grandes extensiones de tierras planas, interrumpidas por accidentes menores como ondulaciones, galeras, médanos y mesas. En Venezuela, la región de Los Llanos está situada en el centro del país y está constituida básicamente por la cuenca hidrográfica del río Orinoco.
Doña Bárbara es una novela maestra de descripción realista con elementos impresionistas de gran vivacidad. La emoción poética se desborda en expresiones como: “Ancho llano, inmensidad bravía, ancha tierra buena para el esfuerzo y la hazaña”. El tema es la lucha entre la ciudad y el campo, la ciudad y el llano, y la rutina y el trabajo innovador, la fuerza bruta y la justicia, la barbarie y la civilización.
Los personajes ofrecen una dimensión simbólica fácilmente perceptible hsta en sus nombres: Doña Bárbara es la llanura salvaje; posee la hacienda El Miedo. El protagonista es Lorenzo Luzardo. Al final triunfa la hacienda Altamira sobre la hacienda El Miedo de Doña Bárbara. El yanqui intruso es Pernalete (cacique); su secretaria cobarde y débil es Mujiquita. La joven Marisela es la personificación del alma de la raza, abierta como el paisaje a toda acción mejoradora.
Todo esto que que aumenta la dimensión social de la obra, la perjudica literariamente, al ser la trama ingenua y los personajes esquemáticos. Pero es grandiosa la descripción de “los trabajos y los días” en Los Llanos venezolanos. El esfuerzo creador del hombre contra el destructor de la naturaleza. Esta es, por otra parte, como en La vorágine, algo seductor: “Es la vida grande y fuerte de los grandes ríos, por donde el hombre va siempre cantando ante el peligro. Es la epopeya misma”.
La novela acaba optimista con la confianza en el trabajo civilizador del hombre: “Llanura venezolana, propicia para el esfuerzo como lo fue para la hazaña, tierra de horizontes abiertos donde una raza buena ama, sufre y espera”.
Se trata de una novela didáctica: Gallegos presenta la situación de Venezuela y la posibilidad de mejoramiento mediante la educación. En Doña Bárbara el conflicto se desarrolla entre civilización y barbarie: en ella está ampliamente expresada la ideología del escritor, partidario de una justicia plena, de una civilización que se imponga a los privilegios, del gobierno, del ejército y del clero y que tenga en cuenta el verdadero componente humano del país. La naturaleza, imponente, sugestiva por su lujuria y sensualidad, pero también por la pureza de su luz espiritual, se encarna en Bárbara, símbolo de la violencia; la civilización tiene su campeón en Santos, el «doctor" al que la ciudad ha civilizado, haciéndolo partidario de la justicia contra la arbitrariedad. En la novela queda definida la posición del autor ante la condición de su país.
El mismo tema telúrico continúa en la novela gauchesca de Ricardo Güiraldes con su novela cumbre Don Segundo Sombra.
RICARDO GÜIRALDES
Ricardo Güiraldes (Argentina, 1886-1927), escritor de actitud cosmopolita que, sin embargo, exaltó los amplios espacios argentinos y elogió la vida de los gauchos. Nació en Buenos Aires en el seno de una familia patricia y adinerada, lo que le permitió viajar con frecuencia a Europa y adquirir un espíritu cosmopolita. Contribuyó a la formación de núcleos juveniles y en sus últimos años recibió la influencia del hinduismo oriental y evolucionó hacia formas más espirituales.
OBRAS
El cencerro de cristal (1915), libro de versos que lo vincula con las experiencias de Vicente Huidobro y Oliverio Girondo.
Cuentos de muerte y de sangre (1917)
Raucho (1917), su primera novela en la que ya aparece su binomio de entusiasmo por lo cosmopolita –Raucho se enamora de París– y su fascinación por la tierra americana, pues el protagonista regresa a la Pampa. Se trata de una obra de escaso valor, basada en el tema del choque entre la sensibilidad original del hombre del campo y la vida mecánica en la ciudad, de horizontes limitados. En la vuelta del protagonista a la Pampa, desilusionado de su estancia en Buenos Aires y París, se encuentra el primer atisbo de la figura de Don Segundo Sombra. El elemento autobiográfico domina el libro.
Rosaura (1922), novela corta en la que se percibe el mismo hálito viajero y cosmopolita. De atmósfera sencilla y melancólica, en sus tonos poéticos revela lecturas de Laforgue, Baudelaire, Flaubert y Villiers de L’Isle-Adam.
Xaimaca (1923), una novela epistolar que le sirve para contar el viaje que realizó a Cuba y Jamaica. Es un diario de un viaje sentimental escrito en prosa poética, última etapa antes de su obra maestra.
Don Segundo Sombra (1926), es su obra más famosa, una novela señera para su época.
En sus últimos textos domina su orientación hacia inquietudes espirituales, místicas, teosóficas e hinduistas, como lo acreditan los textos publicados después de su muerte:
Poemas solitarios (1928)
Poemas místicos (1928)
El senderoNotas sobre mi evolución espiritualista en vista de un futuro (1932), en el que da testimonio de sus lecturas e ideas.
Como poeta, Güiraldes publicó una sola colección de versos, El cencerro de cristal (1925). En ella se nota la influencia de la poesía francesa contemporánea pero también el anuncio de las corrientes vanguardistas que más tarde triunfarán en la Argentina, sobre todo el Ultraísmo.
ARGUMENTO DE DON SEGUNDO SOMBRA
La novela narra la iniciación de un joven bastardo a manos del último gaucho, todo ello mezclado con descripciones de la vida campesina, relatos tradicionales y descripciones de la naturaleza que la imbrican en el regionalismo americano.
Don Segundo Sombra es un gaucho real como Fierro (de Hernández). Fierro es un hombre de mala fama y de buen corazón, Don Segundo es un gaucho sentencioso y silencioso. Mientras el Fierro es alegato poético social, Don Segundo es un mensaje artístico. Ya no es el héroe el gaucho de mala fama y bueno de corazon, víctima de la injusticia, sino el gaucho bueno, medio vencido y nostálgico héroe de la raza que va desapareciendo con la modernidad argentina.
Don Segundo es una obra universal, como el Quijote, es el Quijote de las Pampas: bueno, sencillo, noblote y sobrio. Tiene un ideal social, pero velado por el buen gusto: colaboración de clases y razas para formar una patria estable.
Si Hernández es un político resentido que vive en tiempos violentos de injusticia, Güiraldes es un poeta nostálgico y universal. Su obra es síntesis de lo criollo y de lo humano universal, de lo ral y lo lírico, de lo popular folclórico y lo artístico. En el país inmenso argentino, la sombra del gaucho es la memoria del hombre. El gaucho viril, recio, oscuro, elocuente, dramático y natural.
Sarmiento presenta al gaucho como encarnación de la barbarie, Hernández defienda la barbarie contra la civilización injusta. Güiraldes hace del gaucho una figura humana universal, sin dejar de ser el prototipo de lo argentino. En Don Segundo Sombra, la Pampa también se trata al gaucho, pero no lo doma, como la selva o la Llanura venezolana, ni el gaucho está indefenso frente a la naturaleza.
El héroe de Güiraldes tiene mucha herencia española: el hombre fuerte y recio frente a un mundo más poderoso que su voluntad. Se parece más al Cid o al Quijote que a los demás héroes de las novelas naturalistas telúricas americanas. El personaje legendario de Güiraldes se convierte en arquetipo americano. Güiraldes abre una tradición literaria que abandona el complejo culturalista de mimetismo europeo y el localismo criollista o indigenista.
Esta obra es una de las más importantes de la literatura argentina y su publicación fue acogida con euforia por todos los sectores sociales e intelectuales. Como hecho sociológico no deja de ser sorprendente que liberales, conservadores, nacionalistas y radicales la aplaudieran. Incluso en un momento en que Argentina se está modernizando, Güiraldes se adentra en el mundo rural. El éxito residió precisamente en este aparente ir contra corriente: a través de un nacionalismo sutil, lo que hacía era recuperar el pasado, “el alma argentina” por medio de una prosa poética, rica en imágenes y muy novedosa:
«La silueta reducida de mi padrino apareció en la lomada. Pensé que era muy pronto. Sin embargo, era él, lo sentía porque a pesar de la distancia no estaba lejos. Mi vista se ceñía enérgicamente sobre aquel pequeño movimiento en la pampa somnolienta. Ya iba a llegar a lo alto del camino y desaparecer. Se fue reduciendo como si lo cortaran de abajo en repetidos tajos. Sobre el punto negro del chambergo, mis ojos se aferraron con afán de hacer perdurar aquel rasgo».
En Don Segundo Sombra (1926) la pampa argentina y los hombres que la habitan viven idealizados por el recuerdo, contemplados a través del velo de melancolía con que se observan las sombras de las cosas desaparecidas definitivamente. Es una obra rica en acentos humanos, escrita en un estilo casi siempre de lograda poesía. La tierra argentina adquiere tonalidades íntimas como no había sabido dárselas ningún escritor hasta entonces.
Los panoramas nostálgicos se prodigan a lo largo de toda la novela sirviendo de fondo al protagonista, figura gauchesca idealizada que se agranda página tras página. En la interminable pampa vive su amor por la tierra, por la vida libre, a la intemperie, una vida a la que no sabe renunciar ni siquiera ante la perspectiva del bienestar material.
A partir de Don Segundo Sombra la novela gauchesca no necesita más ejemplos; ya no habrá nadie capaz de igualar su atmósfera, a la vez recogida e intensamente épica.
BENITO LYNCH
Benito Lynch (Argentina, 1885-1951), escritor, nacido en La Plata, que fue, después de Güiraldes, el más importante representante del criollismo. Desde niño vivió en una estancia, lo que le permitió un conocimiento cabal de la vida de los gauchos sedentarios, de las estancias y sus dueños, de la valoración concedida al gringo y el desprecio al nativo.
OBRAS
Los caranchos de la Florida (1916-1919)
Raqueta (1918)
El inglés de los güesos (1922), en la que aplica su experiencia en el mundo de los gauchos. Juzga a la civilización urbana representada por el personaje Mr. James. Lynch toma partido por el mundo primitivo a través del personaje la Negra y sostiene que sólo los seres sencillos son capaces de amar verdaderamente, contrariamente a la civilización urbana que obstaculiza la felicidad.
Romance de un gaucho (1930). Lynch introdujo en la novela gauchesca una bocanada de aire nuevo, la serenidad en sus descripciones de la vida del campo, tranquilas, mesuradas y sin estridencias. En sus páginas el gaucho responde a lo que había sido su figura en la realidad.
ARTURO USLAR PIETRI
Arturo Uslar Pietri (Venezuela, 1906-2001), novelista cuyo interés por su país queda claramente reflejado en su obra narrativa y en su actividad política. Doctor en Ciencias Políticas en 1929, fue ministro de Educación (1939-1941); secretario de la Presidencia de la República (1941-1943); ministro de Hacienda (1943); ministro de Relaciones Interiores (1945).
Con el derrocamiento del presidente Medina fue encarcelado y desterrado a Estados Unidos. A su regreso a Venezuela, en 1958, de nuevo fue detenido por el dictador Pérez Jiménez. Era miembro numerario de diversas Academias, como la de la Lengua, y obtuvo importantes galardones, entre ellos, el Premio Nacional de su país en 1954 y el Príncipe de Asturias de las Letras en 1990.
Uslar Pietri ha obtenido gran fama con novelas en las que se vale de la historia para estudiar formas llenas de plenitud de la vida real, como afirmó él mismo.
OBRAS
Las lanzas coloradas (1931) es una novela histórica. Con el fondo de la guerra de independencia de Venezuela, describe los acontecimientos de ese periodo a través de las experiencias de un propietario agrícola simpatizante de Simón Bolívar y de un capataz que apoya la causa de los españoles. Presenta el inquieto panorama venezolano, los conflictos provocados por la soldadesca durante la guerra civil; es una novela de protesta que, en algunos aspectos, puede considerarse próxima a Pobre negro de Gallegos, si bien esta, posterior a la de Uslar Pietri, es menos segura en cuanto a su estructura. El rechazo del autor venezolano a transmitir mensajes sencillos y a estructurar su obra con fines didácticos, la hace poco convencional.
El camino de El Dorado (1948) recrea, con cierto tono romántico, la época de Pedro de Ursúa, el momento de las grandes empresas de la conquista española, con sugestivas intervenciones del paisaje. Con una vigorosa y variada paleta, abierto a la fascinación de la naturaleza, Uslar Pietri crea escenarios convincentes y sugestivos, situaciones de intensa emoción, de las que se alimentan también sus relatos reunidos en varios volúmenes:
Treinta hombres y sus sombras (1949), colección de relatos breves.
Un retrato en la geografía (1962), es un original retrato de la sociedad venezolana que consigue transmitir al lector la alienación humana a través de las impresiones que un prisionero político recién liberado va haciendo del nuevo paisaje social que encuentra a su salida de la cárcel.
Oficio de difuntos (1976), inquietante «mural» de la dictadura de Páez y después la de Gómez. Época en la que «Toda esquina, toda casa, era antesala de la cárcel», narrada con activa participación en las vicisitudes humanas de Venezuela


LA NOVELA

LA NOVELA
Ana Luisa Morán


La novela es una obra literaria en la que se narra una acción fingida en todo o en parte y cuyo fin es causar placer estético a los lectores con la descripción o pintura de sucesos o lances interesantes así como de personajes, pasiones y costumbres, que en muchos casos sirven de insumos para la propia reflexión o introspección.
La vigesimotercera edición del Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española la define de manera más general como una «obra literaria narrativa de cierta extensión» y como un «género literario narrativo que, con precedente en la Antigüedad grecolatina, se desarrolla a partir de la Edad Moderna. La novela se distingue por su carácter abierto y su capacidad para contener elementos diversos en un relato complejo. Este carácter abierto permite que el autor tenga la libertad para integrar personajes, introducir historias cruzadas o subordinadas unas a otras, presentar hechos en un orden distinto a aquel en el que se produjeron o incluir en el relato textos de distinta naturaleza: cartas, documentos administrativos, leyendas, poemas, etc. Todo ello da a la novela mayor complejidad que la que presentan los demás subgéneros narrativos.
Características de la novela

Las bases de una novela son las siguientes:
La novela es escrita en forma de prosa
Cuida la estética de las palabras
El desarrollo de personajes es más profundo que en un cuento o un relato
Una narrativa extensa: las novelas tienen, generalmente, entre 60 000 y 200 000 palabras, o de 300 a 1200 páginas o más.
Aquí radica la diferencia con el cuento y el relato. Existe una zona difusa entre cuento y novela que no es posible separar en forma tajante. A veces se utiliza el término nouvelle o novela corta para designar los textos que parecen demasiado cortos para ser novela y demasiado largos para ser cuento; pero esto no significa que haya un tercer género (por el contrario, duplicaría el problema porque entonces habría dos límites para definir en lugar de uno).
Tipos de novela
La novela es el reino de la libertad de contenido y de forma. Es un género proteico que presenta a lo largo de la historia múltiples formas y puntos de vista.
Para clasificar este género ha de tenerse en cuenta que existen diversos criterios, empleados por las distintas tipologías propuestas:
Por el tono que mantiene la obra, se habla de:
Por la forma:
Según el público al que llegue o el modo de distribución, se habla de:
Superventas o best seller
Atendiendo a su contenido, las novelas pueden ser:
Costumbrista o de costumbres: describe el ambiente en que se mueven y las formas de vida cotidiana de un grupo social concreto: costumbres, personajes típicos. Dentro de este tipo de novela, según el estilo, se dio lugar al realismo y al naturalismo. Es un género típico del siglo XIX, con autores como Balzac y Zola en Francia; Dickens; Gógol y Turguénev en Rusia; en España: Fernán Caballero, F. Trigo, Pardo Bazán, Pereda o Blasco Ibáñez.
Social: disminuye en lo posible la descripción de vidas individuales, sustituyéndolas por una colectividad, pues no importa el ser humano en sí, sino como parte de un grupo o clase social. Su actitud es crítica, con afán de denunciar situaciones, ambientes y modos de vida de un grupo. Fue cultivada en España en los años 1950novela social española

Hay que añadir a esta lista otras tipologías que toman como criterio el estilo de la obra y entonces se habla de:
O, si se consideran sus argumentos, puede hablarse de
Novela de tesis: Es la que da más importancia a las intenciones del autor, generalmente ideológicas, que a la narración. Muy cultivada en el siglo XIX, especialmente por Fernán Caballero y el Padre Coloma
Desde finales del periodo victoriano hasta la actualidad, algunas de estas variedades se han convertido en auténticos subgéneros (ciencia ficción, novela rosa) muy populares, aunque a menudo ignorados por los críticos y los académicos; en tiempos recientes, las mejores novelas de ciertos subgéneros han empezado a ser reconocidas como literatura seria.

ANTECEDENTES
Existe toda una tradición de largos relatos narrativos en verso, propios de tradiciones orales, como la sumeria (Epopeya de Gilgamesh) y la hindú (Ramaiana y Majabhárata).
Estos relatos épicos en verso se dieron igualmente en Grecia (Homero) y Roma (Virgilio). Es aquí donde se encuentran las primeras ficciones en prosa, tanto en su modalidad satírica (con El Satiricón de Petronio, las increíbles historias de Luciano de Samosata y la obra protopicaresca de Lucio Apuleyo  El Asno de Oro). Dos géneros aparecen en la época helenística que se retomarían en el Renacimiento y están en el origen de la novela moderna: la novela bizantina (Heliodoro de Émesa) y la novela pastoril (Dafnis y Cloe, de Longo).
EDAD MEDIA
La Novela de Genji (Genji Monogatari) de Murasaki Shikibu es una obra clásica de la literatura japonesa y está considerada como una de las novelas más antiguas de la historia.
En Occidente, en los siglos XI y XII, surgieron los romances, que eran largas narraciones de ficción en verso, que se llamaron así por estar escritos en lengua romance. Se dedicaron especialmente a temas histórico-legendarios, en torno a personajes como el Cid o el ciclo artúrico.
En el Siglo XIII, el mallorquín Ramon Llull escribe las primeras novelas modernas occidentales: Blanquerna y Félix o libro de las maravillas, así como otros relatos breves en prosa como el Libro de las bestias.
En los siglos XIV y XV surgieron los primeros romances en prosa: largas narraciones sobre los mismos temas caballerescos, sólo que evitando el verso rimado. Aquí se encuentra el origen de los libros de caballerías. En China se escriben dos de las cuatro novelas clásicas chinas, el Romance de los Tres Reinos (1330) de Luo Guanzhong y la primera versión de A la orilla del agua de Shi Nai'an.
Junto a los libros de caballerías, surgieron en el siglo XIV las colecciones de cuentos, que tienen en Boccaccio y Chaucer sus más destacados representantes. Solían recurrir al artificio de la "historia dentro de la historia": no son así los autores, sino sus personajes, los que relatan los cuentos. Así, en El Decamerón, un grupo de florentinos huye de la peste y se entretienen unos a otros narrando historias de todo tipo; en los Cuentos de Canterbury, son unos peregrinos que van a Canterbury a visitar la tumba de Tomás Becket y cada uno escoge cuentos que se relacionan con su estado o su carácter. Así los nobles cuentan historias más "románticas", mientras que los de clase inferior prefieren historias de la vida cotidiana. De esta forma, los verdaderos autores, Chaucer y Boccaccio, justificaban estas historias de trampas y travesuras, de amores ilícitos e inteligentes intrigas en las que se reía de profesiones respetables o de los habitantes de otra ciudad.
A finales del siglo XV surge en España la novela sentimental, como última derivación de las convencionales teorías provenzales del amor cortés. La obra fundamental del género fue la Cárcel de amor (1492) de Diego de San Pedro.
El cambio de un siglo a otro estuvo dominado por los libros de caballerías. En Valencia, este tipo de prosa novelesca se difundió al idioma valenciano, con obras como Tirante el Blanco "Tirant lo Blanc" de Joanot Martorell (1460-1464) o la novela anónima Curial e Güelfa (mediados del Siglo XV). La obra más representativa del género fue el Amadís de Gaula (1508). Este género siguió cultivándose el siglo siguiente, con dos ciclos de novelas: los Amadises y los Palmerines.

Edad Moderna
Siglo XVI
La difusión de la imprenta incrementó la comercialización de las novelas y los romances, aunque los libros impresos eran caros. La alfabetización fue más rápida en cuanto a la lectura que en cuanto a la escritura.


Todo el siglo estuvo dominado por el subgénero de la novela pastoril, que situaba el asunto amoroso en un entorno bucólico. Puede considerarse iniciada con La Arcadia (1502), de Jacopo Sannazaro y se expandió a otros idiomas, como el portugués (Menina y moza1554, de Bernardim Ribeiro) o el inglés (La Arcadia, 1580, de Sidney).
No obstante, a mediados de siglo, se produjo un cambio de ideas hacia un mayor realismo, superando en este punto las novelas pastoriles y caballerescas. Así se advierte en el Gargantúa y Pantagruel de François Rabelais y en la Vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades (1554), origen esta última de la novela picaresca. En Oriente se escriben dos de las cuatro novelas clásicas chinas, la segunda versión de A la orilla del agua (1573) de Shi Nai'an y Luo Guanzhong, y Viaje al Oeste (1590), atribuida a Wu Cheng'en.
Siglo XVII

La novela moderna, como técnica y género literario está en el siglo XVII en la lengua española, siendo su mejor ejemplo Don Quijote de la Mancha (1605) de Miguel de Cervantes. Se considera como la primera novela moderna del mundo, ya que innova respecto a los modelos clásicos de la literatura grecorromana como lo eran la epopeya o la crónica. Incorpora ya una estructura episódica según un propósito fijo premeditadamente unitario. Se inició como una sátira del Amadis, que había hecho que Don Quijote perdiera la cabeza. Los defensores del Amadís criticaron la sátira porque apenas podía enseñar algo: Don Quijote ni ofrecía un héroe al que emular ni satisfacía con bellos diálogos; todo lo que podía ofrecer es hacer burla de los ideales nobles. Don Quijote fue la primera obra auténticamente anti-romance de este periodo; gracias a su forma que desmitifica la tradición caballeresca y cortés, representa la primera obra literaria que se puede clasificar como novela.
Con posterioridad al Quijote, Cervantes publicó las Novelas ejemplares (1613). Por «novela» se entendía en el siglo XVII la narración breve intermedia entre el cuento y la novela extensa, o sea lo que hoy llamamos novela corta.3​ Las Novelas ejemplares de Cervantes son originales, no siguen modelos italianos, y frente a la crítica al Quijote, que se decía que no enseñaba nada, pretendían ofrecer un comportamiento moral, una alternativa a los modelos heroico y satírico. No obstante, siguió suscitando críticas: Cervantes hablaba de adulteriocelos y crimen. Si estas historias proporcionaban ejemplo de algo, era de acciones inmorales. Los defensores de la "novela" respondieron que sus historias proporcionaban buenos y malos ejemplos. El lector podía aún sentir compasión y simpatía con las víctimas de los crímenes y las intrigas, si se narraban ejemplos de maldad.
Surgió entonces como respuesta a estas novelas dudosas un romance más noble y elevado, con incursiones al mundo bucólico, siendo La Astrea (1607-27) de Honoré d'Urfé, la más famosa. Se criticaron estos romances por su falta de realismo, a lo que sus defensores replicaban que se trataba en realidad de "novelas en clave" (roman à clef), en los que, de forma encubierta, se hacía referencia a personajes del mundo real. Esta es la línea que siguió Madeleine de Scudéry, con tramas ambientadas en el mundo antiguo pero cuyo contenido estaba tomado de la vida real, siendo sus personajes, en realidad, sus amigos de los círculos literarios de París.
Veinte años más tarde, Madame de La Fayette dio el paso decisivo, siendo su obra más conocida La princesa de Clèves (1678), en la que tomaba la técnica de la novela española, pero la adaptaba al gusto francés: en lugar de orgullosos españoles que se batían en duelo para vengar su reputación, reflejaba detalladamente los motivos de sus personajes y el comportamiento humano. Era una "novela" sobre una virtuosa dama, que tuvo la oportunidad de arriesgarse en un amor ilícito y no sólo resistió a la tentación, sino que acrecentó su infelicidad confesando sus sentimientos a su marido. La melancolía que su historia creaba era enteramente nueva y sensacional.
A finales del siglo XVII se escribieron y divulgaron, sobre todo por Francia, Alemania y Gran Bretaña, novelitas francesas que cultivaban el escándalo. Los autores sostenían que las historias eran verdaderas y no se narraban para escandalizar, sino para proporcionar lecciones morales. Para probarlo, ponían nombres ficticios a sus personajes y contaban las historias como si fueran novelas. También surgieron colecciones de cartas, que incluían estas historietas, y que llevaron al desarrollo de la novela epistolar.
Es entonces cuando aparecen las primeras "novelas" originales en inglés, gracias a Aphra Behn y William Congreve.

Siglo XVIII


El cultivo de la novela escandalosa dio lugar a diversas críticas. Se quiso superar este género mediante el regreso al «romance», según lo entendieron autores como François Fénelon, famoso por su obra Telémaco (1699/1700). Nació así un género de pretendido «romance nuevo». Los editores ingleses de Fénelon, sin embargo, evitaron el término «romance», prefiriendo publicarlo como «nueva épica en prosa» (de ahí los prefacios).
Las novelas y los romances de comienzos del siglo XVIII no eran considerados parte de la "literatura", sino otro elemento más con el que comerciar. El centro de este mercado estaba dominado por ficciones que sostenían que eran ficciones y que se leían como tales. Comprendían una gran producción de romances y, al final, una producción opuesta de romances satíricos. En el centro, la novela había crecido, con historias que no eran heroicas ni predominantemente satíricas, sino realistas, cortas y estimulantes con sus ejemplos de conductas humanas.
Sin embargo, se daban también dos extremos. Por un lado, libros que pretendían ser romances, pero que realmente eran todo menos ficticios. Delarivier Manley escribió el más famoso de ellos, su New Atalantis, llena de historias que la autora sostenía que había inventado. Los censores se veían impotentes: Manley vendía historias que desacreditaban a los whigs en el poder, pero que supuestamente ocurrían en una isla de fantasía llamada Atalantis, lo que les impedía demandar a la autora por difamación, salvo que acreditasen que eso era lo que ocurría en Inglaterra. En el mismo mercado aparecieron historias privadas, creando un género diferente de amor personal y batallas públicas sobre reputaciones perdidas.
En sentido opuesto, otras novelas sostenían que eran estrictamente de no ficción, pero que se leían como novelas. Así ocurre con Robinson Crusoe de Daniel Defoe, en cuyo prefacio se manifiesta:
Si alguna vez la historia de un hombre particular en el mundo merecía que se hiciese pública, y que se aceptase al ser publicada, el editor de este relato cree que será esta.
     (...) El editor cree que es una justa historia de hechos; no hay ninguna apariencia de ficción en ella...[1]
Esta obra ya advertía en su cubierta que no se trataba de una novela ni de un romance, sino de una historia. Sin embargo, el diseño de página recordaba demasiado al "romance nuevo" con el que Fénelon se había hecho famoso. Y ciertamente, tal como se entendía el término en aquella época, esta obra es cualquier cosa menos una novela. No era una historia corta, ni se centraba en la intriga, ni se contaba en beneficio de un final bien cortado. Tampoco es Crusoe el antihéroe de un romance satírico, a pesar de hablar en primera persona del singular y haber tropezado con toda clase de miserias. Crusoe no invita realmente a la risa (aunque los lectores con gusto sabrán, por supuesto, entender como humor sus proclamas acerca de ser un hombre real). No es el autor real sino el fingido el que es serio, la vida le ha arrastrado a las más románticas aventuras: ha caído en las garras de los piratas y sobrevivido durante años en una isla desierta. Es más, lo ha hecho con un heroísmo ejemplar, siendo como era un mero marinero de York. No se puede culpar a los lectores que la leyeron como un romance, tan lleno está el texto de pura imaginación. Defoe y su editor sabían que todo lo que se decía resultaba totalmente increíble, y sin embargo afirmaban que era cierto (o, que si no lo era, seguía mereciendo la pena leerlo como una buena alegoría).
La publicación de Robinson Crusoe, sin embargo, no condujo directamente a la reforma del mercado de mediados del dieciocho. Se publicó como historia dudosa, por lo que entraban en el juego escandaloso del mercado del XVIII.

Clásicos de la novela del siglo XVI en adelante: portada de Colección selecta de novelas(1720-22).
La reforma en el mercado de libros inglés de principios del dieciocho vino de la mano de la producción de clásicos. En los años 1720 se reeditaron en Londres gran cantidad de títulos de novela clásica europea, desde Maquiavelo a Madame de La Fayette. Las "novelas" de Aphra Behn habían aparecido en conjunto en colecciones, y la autora del siglo XVII se había convertido en un clásico. Fénelon ya lo era desde hacía años, al igual que Heliodoro. Aparecieron las obras de Petronio y Longo.
La interpretación y el análisis de los clásicos ponía a los lectores de ficción en una posición más ventajosa. Había una gran diferencia entre leer un romance, perdiéndose en un mundo imaginario, o leerlo con un prefacio que informaba sobre los griegos, romanos o árabes que habían producido títulos como Las etiópicas o Las mil y una noches (que se publicó por primera vez en Europa entre 1704 a 1715, en francés, traducción en la que se basaron la edición inglesa y alemana).
Poco después aparecieron Los viajes de Gulliver (1726), sátira de Jonathan Swift, cruel y despiadada frente al optimismo que emana de Robinson Crusoe y su confianza en la capacidad del hombre para sobreponerse.

Samuel Richardson, autor de Pamela (1741), novela publicada con intenciones claras:
"Ahora publicada por primera vez para cultivar los principios de la virtud y la religión en las mentes de los jóvenes de ambos sexos, una narración que tiene el fundamento en la verdad y la naturaleza; y al mismo tiempo entretiene agradablemente..."

Cambió el diseño de las portadas: las nuevas novelas no pretendieron vender ficciones al tiempo que amenazaban con revelar secretos reales. Ni aparecían como falsas "historias verdaderas". El nuevo título ya indicaría que la obra era de ficción, e indicaba cómo debía tratarlas el público. Pamela, de Samuel Richardson (1740) fue uno de los títulos que introdujo un nuevo formato de título, con su fórmula [...], o [...]ofreciendo un ejemplo: "Pamela, o la virtud recompensada - Ahora publicada por primera vez para cultivar los principios de la virtud y la relgión en las mentes de los jóvenes de ambos sexos, una narrativa que tiene el fundamento en la verdad y la naturaleza; y al mismo tiempo entretiene agradablemente". Así dice el título, y deja claro que es una obra creada por un artista que pretende lograr un efecto determinado, pero para ser discutido por el público crítico. Décadas más tarde, las novelas ya no necesitaron ser más que novelas: ficción. Richardson fue el primer novelista que unió a la forma sentimental una intención moralizadora, a través de personajes bastante ingenuos. Semejante candor se ve en El vicario de Wakefield, de Oliver Goldsmith (1766).
Mayor realismo tiene la obra de Henry Fielding, que es influido tanto por Don Quijote como por la picaresca española. Su obra más conocida es Tom Jones (1749).
En la segunda mitad de siglo se afianzó la crítica literaria, un discurso crítico y externo sobre la poesía y la ficción. Se abrió con ella la interacción entre participantes separados: los novelistas escribirían para ser criticados y el público observaría la interacción entre la crítica y los autores. La nueva crítica de finales del siglo XVIII implicaba un cambio, al establecer un mercado de obras merecedoras de ser discutidas, mientras que el resto del mercado continuaría existiendo, pero perdería la mayor parte de su atractivo público. Como resultado, el mercado se dividió en un campo inferior de ficción popular y una producción literaria crítica. Sólo las obras privilegiadas podían discutirse como obras creadas por un artista que quería que el público discutiera esto y no otra historia.
Desapareció del mercado el escándalo producido por DuNoyer o Delarivier Manley. No atraía a la crítica seria y se perdía si permanecía sin discutir. Necesitó al final su propio tipo de periodismo escandaloso, que se desarrolló hasta convertirse en la prensa amarilla. El mercado inferior de la ficción en prosa siguió enfocando la inmediata satisfacción de un público que disfrutaba su permanencia en el mundo ficticio. El mercado más sofisticado se hizo complejo, con obras que jugaban nuevos juegos.
En este mercado alto, podía verse dos tradiciones que se desarrollaban: obras que jugaban con el arte de la ficción —Laurence Sterne y su Tristram Shandy entre ellas— el otro más cercano a las discusiones que prevalían y modos de su audiencia. El gran conflicto del siglo XIX, de si el artista debe escribir para satisfacer al público o para producir el arte por el arte, aún no había llegado.
La ilustración francesa utilizó la novela como instrumento de expresión de ideas filosóficas. Así, Voltaire, escribió el cuento satírico Cándido o El optimismo (1759), contra el optimismo de ciertos pensadores. Poco después, sería Rousseau el que reflejaría su entusiasmo por la naturaleza y la libertad en la novela sentimental Julia o la nueva Eloísa(1761) y en la larga novela pedagógica Emilio (1762).
La novela sentimental se manifiesta en Alemania con Las cuitas del joven Werther, de Johann Wolfgang von Goethe (1774), se situó a la encabezada del nuevo movimiento, y forjó tal sentimiento de compasión y comprensión que muchos estaban preparados a seguir a Werther en su suicidio. En esta época también se hizo popular Bernardin de Saint-Pierre, con su novela Pablo y Virginia (1787), que narra el amor desgraciado entre dos adolescentes en una isla tropical.
En China se escribe al acabar el siglo la última de las cuatro novelas clásicas, el Sueño de las mansiones rojas, también llamada Sueño en el pabellón rojo (1792) de Cao Xueqin.
Edad Contemporánea
Siglo XIX
A finales del siglo XVIII aparecen unas novelas cargadas de un sentimentalismo melancólico que abren el período romántico que se desarrolla plenamente en el siglo XIX con la aparición de la novela histórica, psicológica, poética y social. El género alcanza su perfección técnica con el realismo y el naturalismo. Es en esta época en la que la novela alcanza su madurez como género. Su forma y su estética ya no cambiaron más hasta el siglo XX: su división en capítulos, la utilización del pasado narrativo y de un narrador omnisciente.
Uno de los primeros exponentes de la novela en este siglo es la novela gótica. Desde comienzos del siglo XVII la novela había sido un género realista contrario al romance y su desmesurada fantasía. Se había tornado después hacia el escándalo y por esto había sufrido su primera reforma en el siglo XVIII. Con el tiempo, la ficción se convirtió en el campo más honorable de la literatura. Este desarrollo culminó en una ola de novelas de fantasía en el tránsito hacia el siglo XIX, en las que se acentuó la sensibilidad y se convirtió a las mujeres en sus protagonistas. Es el nacimiento de la novela gótica. El clásico de la novela gótica es Los misterios de Udolfo (1794), en la que, como en otras novelas del género, la noción de lo sublime (teoría estética del siglo XVIII) es crucial. Los elementos sobrenaturales también son básicos en estas y la susceptibilidad que sus heroínas mostraban hacia ellos acabó convirtiéndose en una exagerada hipersensibilidad que fue parodiada por Jane Austen con La abadía de Northanger (1803). La novela de Jane Austen introdujo un estilo diferente de escritura, la "comedia de costumbres". Sus novelas a menudo son no solo cómicas, sino también mordazmente críticas de la cultura restrictiva y rural de principios del siglo XIX. Su novela más conocida es Orgullo y prejuicio (1811).

El gato Murr, de E.T.A. Hoffmann, edición de 1855.
También es en este siglo cuando se desarrolla el Romanticismo, que, contrariamente a lo que se pudiera pensar, no cultivó tanto el género novelístico. ByronSchillerLamartine o Leopardi prefirieron el drama o la poesía, pero aun así fueron los primeros en darle un lugar a la novela dentro de sus teorías estéticas.
En Francia, sin embargo, los autores prerrománticos y románticos se consagraron más ampliamente a la novela. Se puede citar a Madame de StaëlChateaubriandVigny (Stello, Servidumbre y grandeza militar, Cinq-mars), Mérimée (Crónica del reinado de Carlos IX, Carmen, Doble error), Musset(Confesión de un hijo del siglo), George Sand (Lélia, Indiana) e incluso el Victor Hugo de (Nuestra Señora de París).
En Inglaterra, la novela romántica encuentra su máxima expresión con las hermanas Brontë (Emily BrontëCharlotte Brontë y Anne Brontë) y Walter Scott, cultivador de una novela histórica de carácter tradicional y conservador, ambientada en Escocia (WaverleyRob Roy) o la Edad Media (Ivanhoe o Quintin Durward). En Estados Unidos, cultivó este tipo de novela Fenimore Cooper, siendo su obra más conocida El último mohicano. En Rusia, puede citarse la novela en verso de PushkinEugenio Oneguin y en Italia, Los Novios de Alessandro Manzoni (1840-1842).
Las obras de Jean Paul y E.T.A. Hoffmann están dominadas por la imaginación, pero conservaron la estética heteróclita del siglo XVIII, de Laurence Sterne y de la novela gótica.
Por otro lado está la novela realista, que se caracteriza por la verosimilitud de las intrigas, que a menudo están inspiradas por hechos reales, y también por la riqueza de las descripciones y de la psicología de los personajes. La voluntad de construir un mundo novelístico a la vez coherente y completo vio su culminación con La Comedia humana de Honoré de Balzac, así como con las obras de Flaubert y Maupassant y acabó evolucionando hacia el naturalismo de Zola y hacia la novela psicológica.
En Inglaterra encontramos autores como Charles DickensWilliam Makepeace ThackerayGeorge Eliot y Anthony Trollope, en PortugalEça de Queiroz y en Francia a Octave Mirbeau, los cuales tratan de presentar una "imagen global" de toda la sociedad. En Alemania y en Austria, se impone el estilo Biedermeier, una novela realista con rasgos moralistas (Adalbert Stifter).
Este es el gran siglo de la literatura rusa, que dio numerosas obras maestras al género novelístico, especialmente en el estilo realista: Anna Karénina de León Tolstói (1873-1877), Padres e hijos de Iván Turguénev (1862), Oblómov de Iván Goncharov (1858). También la obra novelística de Fiódor Dostoyevski como, por ejemplo, la novela Los hermanos Karamázov puede por ciertos aspectos ser relacionada con este movimiento.
Es en el siglo XIX cuando el mercado de la novela se separa en "alta" y "baja" producción. La nueva producción superior puede verse en términos de tradiciones nacionales, a medida que el género novelístico reemplazaba a la poesía como medio de expresión privilegiado de la conciencia nacional, es decir, se buscaba la creación de un corpus de literaturas nacionales. Pueden citarse como ejemplo La letra escarlata de Nathaniel Hawthorne (Estados Unidos, 1850), Eugenio Oneguin de Aleksandr Pushkin (Rusia, 1823-1831), Soy un gato de Natsume Sôseki (Japón, 1905), Memorias póstumas de Blas Cubas de Machado de Assis (Brasil, 1881) o La muerte de Alexandros Papadiamantis (Grecia, 1903).
La producción inferior se organizaba más bien en géneros por un esquema que se deriva del espectro de géneros de los siglos XVII y XVIII, aunque vio el nacimiento de dos nuevos géneros novelísticos populares: la novela policiaca con Wilkie Collins y Edgar Allan Poe y la novela de ciencia-ficción con Julio Verne y H. G. Wells.
Con la separación en la producción la novela probó que era un medio para una comunicación tanto íntima (las novelas pueden leerse privadamente mientras que las obras de teatro son siempre un acontecimiento público) como públicamente (las novelas se publican y así se convierten en algo que afecta al público, si no a la nación, y sus intereses vitales), un medio de un punto de vista personal que puede abarcar el mundo. Nuevas formas de interacción entre los autores y el público reflejaban estos desarrollos: los autores hacían lecturas públicas, recibían premios prestigiosos, ofrecían entrevistas en los medios de comunicación y actuaban como la conciencia de su nación. Este concepto del novelista como una figura pública apareció a lo largo del siglo XIX.
Siglo XX
El inicio del siglo XX trajo consigo cambios que afectarían a la vida diaria de las personas y también de la novela. El nacimiento del psicoanálisis, la lógica de Wittgenstein y Russell, del relativismo y los avances de la lingüística provocan que la técnica narrativa intente también adecuarse a una nueva era. Las vanguardias en las artes plásticas y la conmoción de las dos guerras mundiales, también tienen un gran peso en la forma de la novela del siglo XX. Por otro lado, la producción de novelas y de los autores que se dedican a ellas vio en este siglo un crecimiento tal, y se ha manifestado en tan variadas vertientes que cualquier intento de clasificación será sesgado.
Una de las primeras características que pueden apreciarse en la novela moderna es la influencia del psicoanálisis. Hacia finales del siglo XIX, numerosas novelas buscaban desarrollar un análisis psicológico de sus personajes. Algunos ejemplos son las novelas tardías de MaupassantRomain RollandPaul BourgetColette o D.H. Lawrence. La intriga, las descripciones de lugares y, en menor medida, el estudio social, pasaron a un segundo plano. Henry James introdujo un aspecto suplementario que se tornaría central en el estudio de la historia de la novela: el estilo se convierte en el mejor medio para reflejar el universo psicológico de los personajes. El deseo de aproximarse más a la vida interior de éstos hace que se desarrolle la técnica del monólogo interior, como ejemplifican El teniente Güstel, de Arthur Schnitzler (1901), Las olas de Virginia Woolf (1931), y el Ulises de James Joyce (1922).
Por otro lado, en el siglo XX también se manifiesta una vuelta al realismo con la novela vienesa, con la que se buscaba recuperar el proyecto realista de Balzac de construir una novela polifónica que reflejara todos los aspectos de una época. Así, encontramos obras como El hombre sin cualidades de Robert Musil (publicado póstumamente en 1943) y Los Sonámbulos de Hermann Broch (1928-1931). Estas dos novelas integran largos pasajes de reflexiones y comentarios filosóficos que esclarecen la dimensión alegórica de la obra. En la tercera parte de Los sonámbulos, Broch alarga el horizonte de la novela mediante la yuxtaposición de diferentes estilos: narrativa, reflexión, autobiografía, etcétera.
Podemos encontrar también esta ambición realista en otras novelas vienesas de la época, como las obras de: (Arthur SchnitzlerHeimito von DodererJoseph Roth) y con más frecuencia en otros autores en lengua alemana como Thomas Mann, que analiza los grandes problemas de nuestro tiempo, fundamentalmente la guerra y la crisis espiritual en Europa con obras como La montaña mágica, y también Alfred Döblin o Elias Canetti, o el francés Roger Martin du Gard en Les Thibault (1922-1929) y el americano John Dos Passos, en su trilogía U.S.A. (1930-1936).

En busca del tiempo perdido, con correcciones del autor.
La búsqueda y la experimentación son otros dos factores de la novela en este siglo. Ya a comienzos, y quizá antes, nace la novela experimental. En este momento la novela era un género conocido y respetado, al menos en sus expresiones más elevadas (los "clásicos") y con el nuevo siglo muestra un giro hacia la relatividad y la individualidad: la trama a menudo desaparece, no existe necesariamente una relación entre la representación espacial con el ambiente, la andadura cronológicase sustituye por una disolución del curso del tiempo y nace una nueva relación entre el tiempo y la trama.
Con En busca del tiempo perdido de Marcel Proust y el Ulises de James Joyce, la concepción de la novela como un universo encuentra su fin. En cierta manera es también una continuación de la novela de análisis psicológico. Estas dos novelas tienen igualmente la particularidad de proponer una visión original del tiempo: el tiempo cíclico de la memoria en Proust, el tiempo de un solo día dilatado infinitamente de Joyce. En este sentido, estas novelas marcan una ruptura con la concepción tradicional del tiempo en la novela, que estaba inspirado en la historia. En este sentido también podemos aproximar la obra de Joyce con la de la autora inglesa Virginia Woolf y el americano William Faulkner.
La entrada del modernismo y el humanismo en la filosofía occidental, así como la conmoción causada por dos guerras mundiales consecutivas provocaron un cambio radical en la novela. Las historias se tornaron más personales, más irreales o más formales. El escritor se encuentra con un dilema fundamental, escribir, por un lado, de manera objetiva, y por el otro transmitir una experiencia personal y subjetiva. Es por esto que la novela de principios del siglo XX se ve dominada por la angustia y la duda. La novela existencialista de la que se considera a Søren Kierkegaard como su precursor inmediato con novelas como Diario de un seductor es un claro ejemplo de esto.
Otro de los aspectos novedosos de la literatura de comienzos de siglo es la novela corta caracterizada por una imaginación sombría y grotesca, como es el caso de las novelas de Franz Kafka, también de corte existencialista, como El proceso o La metamorfosis.
Especialmente en los años 1930 podemos encontrar diversas novelas de corte existencialista. Estas novelas son narradas en primera persona, como si fuera un diario, y los temas que más aparecen son la angustia, la soledad, la búsqueda de un sentido para la existencia y la dificultad comunicativa. Estos autores son generalmente herederos del estilo de Dostoievski, y su obra más representativa es La náusea de Jean-Paul Sartre. Otros autores existencialistas notables son Albert Camus, cuyo estilo minimalista le sitúa en un contraste directo con Sartre, Knut HamsunLouis-Ferdinand CélineDino BuzzatiCesare Pavese y la novela absurdista de Boris Vian. La novela japonesa de después de la guerra también comparte similitudes con el existencialismo, como puede apreciarse en autores como Yukio MishimaYasunari KawabataKōbō Abe o Kenzaburō Ōe.
La dimensión trágica de la historia del siglo XX se encuentra largamente reflejada en la literatura de la época. Las narraciones o testimonios de aquellos que combatieron en ambas guerras mundiales, los exiliados y los que escaparon de un campo de concentración trataron de abordar esa experiencia trágica y de grabarla para siempre en la memoria de la humanidad. Todo esto tuvo consecuencias en la forma de la novela, pues vemos aparecer gran cantidad de relatos que no son ficción que emplean la técnica y el formato de la novela, como pueden ser Si esto es un hombre (Primo Levi, 1947), La noche (Elie Wiesel, 1958) La especie humana (Robert Antelme, 1947) o Ser sin destino (Imre Kertész, 1975). Este tipo de novela influenciaría después otras novelas autobiográficas de autores como Georges Perec o Marguerite Duras.
También en el siglo XX, aparece la distopía o antiutopía. En estas novelas la dimensión política es esencial, y describen un mundo dejado a la arbitrariedad de una dictadura. Entre las obras más notables se encuentran El proceso de Franz Kafka1984 de George OrwellUn mundo feliz de Aldous Huxley, y Nosotros de Yevgeni Zamiatin.
Boom latinoamericano
También después de la Segunda Guerra Mundial se desarrolla el llamado boom latinoamericano con exponentes notables y talentosos, situación que se presenta en los años 1960 y alcanza su apogeo en la década de los 1970 y principios de los 1980. Entre estos se puede citar a Julio Cortázar y su obra Rayuela (1963); Gabriel García Márquez, colombiano, cuyo libro más conocido es Cien años de soledad (1967) y de quien el género más destacado es el llamado realismo mágicoMario Vargas Llosa, peruano, autor de La ciudad y los perrosPantaleón y las visitadoras o La tía Julia y el escribidorCarlos Fuentes, autor de La región más transparente, Aura, La muerte de Artemio Cruz, entre otros libros; y José Donoso, cuyas obras más destacadas son El lugar sin límites y El obsceno pájaro de la noche, entre otros autores.